El Cuartico está igualito

En: Opinión

21 Abr 2011

El Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, el piso teórico de la dictadura militar cubana, con independencia de las declaraciones y comunicados que ha generado, es el acto central de las exequias del totalitarismo insular, porque tal y como han afirmado reiteradamente los dirigentes de esa ficción, es el último en el que los moncadistas tienen un papel protagónico, y capacidad para imponer sus puntos de vistas en el futuro del país.



El Cuartico está igualito


Pedro Corzo, especial para martinoticias.com  20 de abril de 2011

El Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, es el acto central de las exequias del totalitarismo insular, porque, tal y como han afirmado reiteradamente los dirigentes de esa ficción, es el último de los moncadistas.

El Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, el piso teórico de la dictadura militar cubana, con independencia de las declaraciones y comunicados que ha generado, es el acto central de las exequias del totalitarismo insular, porque tal y como han afirmado reiteradamente los dirigentes de esa ficción, es el último en el que los moncadistas tienen un papel protagónico, y capacidad para imponer sus puntos de vistas en el futuro del país.

La nomenclatura aparenta ser optimista porque considera que lo exitoso de la sucesión, una realidad en lo que a conservar el poder respecta, garantiza la herencia totalitaria que con iguales criterios a los de sus predecesores, en su opinión, deben administrar las nuevas generaciones.

No obstante, es de suponer que como todo lo que sucede en Cuba, el Sexto Congreso fue una pieza teatral que contó con excelentes actores que conocen perfectamente un guión que para sobrevivir interpretan con extrema maestría, en un escenario preparado para cumplir con toda la liturgia que demanda la postrera misa del castrismo.

La doble moral de los congresistas que trasciende la prudencia y el miedo, le hizo, siempre ha sido así, el juego al núcleo duro del régimen que por interés o complicidad, es el único con voluntad para tratar de mantener el actual modelo de gobierno.

La unanimidad en el evento partidario, el silencio de los delegados ante los fracasos del régimen y la falta de voces que expusieran la realidad nacional, pueden ser el aviso que si la sucesión fue un triunfo, la continuidad de la farsa hace imposible que siga la misma puesta en escena de los últimos cincuenta y dos años.

Los delegados conocen perfectamente que la estructura gubernamental esta corroída y que el gobierno ha fracasado en el ejercicio vital de auto reformarse para evitar el fin. Son conscientes de que el gobierno esta pereciendo por consunción, tal y como le ocurre a su principal conductor, y han decidido, con un aguzado sentido de la oportunidad, continuar actuando en la trama para cuando llegue el inevitable final estar sobre el escenario.

El hecho de que no haya habido disentimientos, críticas y reparos a las decisiones de la nomenclatura, no es por falta de comprensión de la situación de parte de los congresistas, sino porque la frustración y la desesperanza, ha penetrado lo más profundo del sistema.

El inmovilismo de la corte, la falta de arreglos que viabilicen cambios orgánicos, permiten percibir el fin de la sucesión y el inicio de un proceso inédito que puede deparar situaciones para las que no estemos preparados. Esa falta de resultados puede ser el factor clave para impulsar las pugnas intramuros, porque  el desencuentro de generaciones, junto a la codicia, propicia la inestabilidad generadora de conflictos.

Las secuelas del encuentro de los afiliados al castrismo son factores suficientes para afectar  la voluntad de cambio de los sectores que favorecían las reformas, en el marco de los conceptos del caudillo.

El entramado de intereses de la burocracia, junto a un aparato militar particularmente poderoso en recursos bélicos y económicos, ambos enemigos de transformaciones radicales, son factores que ahora pueden coincidir dramáticamente a favor de un proceso de Transición, que Raúl Castro, profundo conocedor de lo que ocurrió en la Unión Soviética, debería percibir.

Por otra parte el inmovilismo en el mando central es frustrante para el sector más ambiciosos y menos temerosos en la búsqueda de cambios en la jerarquía, y ajustes en el discurso ideológico, por lo que es de esperar que un  liderazgo emergente muestre disposición a procurar una legitimidad  que le posibilite seguir siendo en alguna medida protagonista, lo que determinaría la configuración  de una realidad nacional  menos ortodoxa y mas inclusiva en la que factores ajenos al poder podrían participar.

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Acerca de este Blog

Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".

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