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21 Feb 2011Al igual que Irán y Myanmar, el relativo aislamiento de Libia da a sus gobernantes mucha más flexibilidad política para organizar sangrientas represalias que la que tuvieron los dirigentes de Egipto, Túnez y Bahréin, pero eso puede no bastar.
Análisis: El aislamiento resguarda a Libia de la presión externa
Por: Peter Apps.Reuters. Febrero 21 de 2011
Al igual que Irán y Myanmar, el relativo aislamiento de Libia da a sus gobernantes mucha más flexibilidad política para organizar sangrientas represalias que la que tuvieron los dirigentes de Egipto, Túnez y Bahréin, pero eso puede no bastar.
El lunes por la mañana, uno de los hijos del coronel libio, Muamar Gadafi, dijo que su padre combatiría la revuelta popular hasta «el último hombre».
Los grupos de derechos humanos estiman que la cifra de muertos en los últimos días supera los registrados en otras protestas en el norte de África, pero las restricciones a los informadores y el bloqueo de las comunicaciones han mantenido la mayoría de los acontecimientos fuera de la vista.
«Lo que hace a Libia diferente es que está mucho más aislada, relativamente», dijo Sarah Leah Whitson, directora para Oriente Próximo de Human Rights Watch. «Es casi una Corea del Norte. No hay periodistas extranjeros, muy poca sociedad civil. Es mucho más difícil sacar información que influya».
Gadafi ha reforzado sus lazos con Occidente – y con las firmas petroleras – en los últimos años, desde que renunció a su programa nuclear. Pero las capitales occidentales aún tienen mucha menos capacidad de influir en él que en aliados desde hace más tiempo, como el Ejército egipcio, la élite tunecina o la familia real de Bahréin.
El presidente egipcio, Hosni Mubarak, se vio forzado a abandonar el país a principios de este mes por una revuelta popular que se produjo tras la caída del presidente tunecino, y las protestas se han extendido por toda la región, desde Argelia a Bahréin a Yemen.
Países muy dependientes de la ayuda de Estados Unidos y otras naciones occidentales han encontrado que ordenar al Ejército que deje de disparar contra la multitud puede ser diplomática y políticamente imposible. Sin embargo, Libia está en una posición muy diferente.
POCA INFLUENCIA
La Unión Europea podría suspender las negociaciones comerciales e instar a la retirada de las firmas de turismo y energía. Pero – como después del aplastamiento de la «revolución verde» en Irán en 2009 y las medidas de fuerza en Myanmar en 2007 -, los gobiernos occidentales y los defensores de derechos se han topado con que tienen poca influencia real.
Los gobernantes libios han sobrevivido durante décadas a su aire antes de comenzar a tender puentes con Occidente en los últimos años.
«Los libios tienen mucha confianza en sí mismos», dijo Sir Richard Dalton, ex embajador británico en Libia e Irán. «El estado de sus relaciones internacionales no es un factor que influya mucho en la toma de decisiones nacionales y la Unión Europea y otros no tienen mucha influencia».
Hasta ahora, las imágenes de Libia han estado limitadas a fragmentos movidos grabados con teléfono móvil. Las cadenas extranjeras han podido hablar ocasionalmente con quienes están dentro del país, pero poco más.
El viernes, la amplia cobertura en Bahréin del Ejército disparando contra manifestantes desató airadas peticiones de Washington a los gobernantes locales, que retiraron al Ejército de las calles. Por contra, el comienzo de las revueltas en Libia quedó relegado a un segundo lugar en muchos boletines de noticias.
«Los periódicos han mandado a equipos completos a Bahréin porque pueden obtener visados», dijo Whitson, de Human Rights Watch. «La primera página termina siendo todo sobre Bahréin, con apenas mención a Libia. Pero el uso de la fuerza en Libia ha sido desproporcionado frente a lo ocurrido en Egipto, Túnez u otros lugares».
Libia tiene bastante menos inversión extranjera que sus vecinos pero bastante más que Myanmar o Irán. En último caso, Gadafi, como otros líderes africanos, sabe que puede recurrir a otros lados, particularmente a China, si las firmas occidentales se ven sometidas a presión para dejarle de lado.
Sudán, Zimbabue, Sri Lanka, Myanmar e Irán se han beneficiado del comercio, la ayuda y el apoyo diplomático de Pekín ante las críticas, y algunas veces sanciones, occidentales por supuestos abusos de derechos. Pero pocos ven un éxodo inmediato de inversión extranjera de Libia dadas sus lucrativas reservas de crudo.
REVUELTA CONVERTIDA EN TSUNAMI
Buena parte del compromiso con Libia ha estado limitado a la inversión directa extranjera relacionada con los recursos, difícil de retirar de repente sin obtener grandes pérdidas. Por contra, Egipto, Túnez y hasta cierto punto Bahréin estaban muy expuestos a una inversión extranjera que podría huir mucho más rápido.
La penetración de Internet es también mucho mayor en esos tres países – y crucialmente, sus economías se han centrado cada vez más en los servicios. Eso hace que el cierre de Internet sea difícil de mantener sin un daño económico considerable.
La mayoría de los expertos piensan que la forma en que transcurran los acontecimientos en Libia dependerá bastante más de factores políticos internos que de influencia externa. La lección con Egipto y Túnez, dicen, es que los autócratas caen cuando ya no pueden mandar a las fuerzas de seguridad que restauren el orden.
«Un factor importante es el compromiso de aquellos preparados para llevar a cabo una represión violenta», dijo Nikolas Gvosdev, profesor de estudios de seguridad nacional en la estadounidense Naval War College. «En Egipto, los soldados no iban a seguir con lo necesario para asegurar la supervivencia política de Mubarak».
Por contra, la Guardia Revolucionaria de Irán y las milicias, y el Ejército de Myanmar, han demostrado durante mucho tiempo su voluntad para hacer lo que fuera para proteger a sus dirigentes. La mayoría piensan que en Libia el Ejército hará lo mismo, dado que su futuro está vinculado con el de la familia Gadafi.
Sin embargo, eso podría no bastar. Los manifestantes libios pueden pensar que la corriente de la Historia está con ellos.
El analista de Nomura Alastair Newton dijo que pensaba que la caída del régimen podría ser inminente, y advirtió de que el aumento de revueltas regionales había llegado a un punto que amenazaba el suministro energético mundial.
«La caída el 11 de febrero del presidente Mubarak en Egipto está demostrando ser un momento decisivo para convertir las revueltas en un tsunami», escribió.
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".