En: Opinión
27 May 2011Una obscena combinación de indiferencia, desprecio y oportunismo es la marca especial de la apreciación que se hace de la realidad cubana en casi todas las naciones del continente americano. Esa manera de acercarse a la isla está determinada por la tendencia a seguir los globos de la propaganda gubernamental. Y a no tomar en cuenta los avatares de la oposición pacífica, las aspiraciones y los sueños de los grandes sectores de la sociedad.
Agravios y hermandades
Ex preso de conciencia causa de los 75
Periodista, Poeta y Escritor cubano
Mayo 26 de 2011
Madrid – Una obscena combinación de indiferencia, desprecio y oportunismo es la marca especial de la apreciación que se hace de la realidad cubana en casi todas las naciones del continente americano. Esa manera de acercarse a la isla está determinada por la tendencia a seguir los globos de la propaganda gubernamental. Y a no tomar en cuenta los avatares de la oposición pacífica, las aspiraciones y los sueños de los grandes sectores de la sociedad.
Los grupos de activistas que se enfrentan al gobierno de la isla no tienen una resonancia importante en los medios de comunicación, ni en los gabinetes de las autoridades de unos países a los que la geografía, la cultura y los orígenes han convertido para siempre en esa engañifa jovial que los historiadores y los promotores del buenismo llaman “hermanos de América Latina”.
Ni siquiera hombres y mujeres que padecieron durante años los rigores de dictaduras militares tienen en la actualidad un gesto de reconocimiento o apoyo a los cubanos que viven desde hace 52 años bajo el grave puño omnipotente del Estado. Con muy pocas excepciones (Chile, por ejemplo) no hubo ni una puerta abierta para los presos deportado hace unos meses a España gracias al sacrificio de Orlando Zapata Tamayo y a la batalla campal de las Damas de Blanco.
Hugo Chávez y sus sirvientes, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, utilizan en sus aparatos panfletarios y en los foros internacionales, el mismo lenguaje de intolerancia y odio que el régimen destina a quienes se le encaran con civismo y mediante métodos pacíficos todos los días del mundo.
Otros dirigentes de la región, electos en procesos electorales democráticos, para conseguir espacios en eventuales resucitaciones de las ruinas o, sobre todo, para hacer felices y tranquilizar a sus izquierdas y a los extremistas, se permiten abrazarse en público y suscribir convenios con los representantes de un sistema que ellos también temen y repudian.
Asumir esa verdad, esas fórmulas de respaldo tajante o disimulado al gobierno cubano, molesta, indigna, pero no hiere ni desanima a los activistas de los derechos cubanos y a la disidencia interna. Se cuenta, desde años, con esa puerta cerrada.
Es cierto que, cuando la glorificación de la dictadura se hace pública y por un señor que se presenta con un carnet rosado de demócrata y de gran líder latinoamericano como Lula da Silva, la indignación y la molestia pueden llegar a la repugnancia.
El hombre acaba de decir en Managua, entre aplausos, durante una reunión del Foro de Sao Paulo, que el Partido Comunista de Cuba ha sido crucial para forjar la unidad de la izquierda de América Latina. Como si es mismo partido no fuera el que tiene a once millones de sus “hermanos” fuera de la historia y del tiempo.
Tomado de: El Nuevo Herald
Pedro Pablo Álvarez Ramos es ex-preso de conciencia de la Primavera Negra de 2003, secretario general del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC) y miembro del grupo gestor "Proyecto Varela".